4.12.08

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GREENPEACE PIDE QUE LOS CIUDADANOS RESPONDAN AL LOBBY NUCLEAR CON LA FUERZA DE SUS FIRMAS Y LA DE SUS VOCES, DICIENDO ALTO Y CLARO “YO SOY ANTINUCLEAR”. SE PUEDE HACER DESDE LA PÁGINA WEB

La energía nuclear proporcionada por las 440 centrales atómicas existentes representa apenas el 6% de la energía primaria consumida a nivel mundial

Los mitos de la energía nuclear. “Necesitamos electricidad y un aire limpio, con la energía nuclear podemos conseguirlo”. Así publicita el Foro Nuclear la energía que nos ofrece. La energía nuclear proporcionada por las 440 centrales atómicas existentes representa apenas el 6% de la energía primaria consumida a nivel mundial y el 16% de la energía eléctrica (el 17,59% en España). Si se quisiera mantener la actual proporción en la generación de electricidad en las próximas décadas en el mundo tendrían que construirse unas 1.500 nuevas centrales, la mayoría de ellas en países en vías de desarrollo. ¿Qué supondrían estas miles de centrales nucleares funcionando? Según el Foro Nuclear “garantizan el respeto al medio ambiente, la competitividad de la economía y el bienestar social”. Sin embargo, la realidad desmiente estos argumentos. Un análisis serio de la energía nuclear nos arroja las siguientes afirmaciones: es peligrosa, sucia e insostenible, no evitará la dependencia del petróleo ni es la solución al cambio climático, no es autóctona, genera pocos puestos de trabajo y es muy costosa.

La seguridad de las centrales. El primero de los mitos de la energía nuclear afirma que es segura. Solamente con echar la vista atrás a los últimos meses se desmonta este argumento. La lista de “incidentes” nucleares es larga: un escape de material altamente radiactivo de la central nuclear de Ascó-1 (Tarragona) a finales de noviembre de 2007; un accidente con pérdida de refrigerante del circuito primario en la central de Krsko (Eslovenia), en junio de 2008, que obligó a activar la Red de Alerta Europea (ECURIE); la fuga de decenas de kilos de uranio al Ródano desde la central de Tricastin (Francia), también ese mismo mes; el incendio en la central (en construcción) de Olkiluoto-3 en Finlandia, el pasado mes de agosto. Cada poco tiempo, la industria nuclear nos da un nuevo susto, que nos recuerda que los accidentes se producen y que la energía nuclear es peligrosa.

A pesar de ello, el lobby nuclear quiere hacernos creer que la energía nuclear es segura, y para ello sigue diversas estrategias. A veces reconoce que el accidente de Chernóbil fue muy grave, pero que es irrepetible porque fue una mera consecuencia del ya extinto régimen soviético. Se olvidan así de los accidentes de Winscale (Reino Unido) o Harrisbug (Estados Unidos), ambos de nivel 5 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares. Lo que es indiscutible es que la tragedia de Chernóbil demostró la capacidad de dañar y generar catástrofes de esta fuente de energía. La radiactividad liberada en este desastre viajó miles de kilómetros, traspasando todo tipo de fronteras, y se ha cobrado ya decenas de miles de víctimas mortales, además de dejar un rastro de afectados aún difícil de estimar.


Las fugas radiactivas en la central nuclear japonesa de Kashiwazaki-Kariwa, tras el terremoto del 16 de julio de 2007, son otro ejemplo. La central estaba construida sobre una falla tectónica, ¿qué hubiera pasado si el epicentro de ese terremoto hubiera sido justo la central nuclear? La catástrofe hubiera estado asegurada.


Una de las contradicciones del lobby nuclear es que por un lado afirma que la energía nuclear ya es muy segura, y al mismo tiempo dice que en unas cuantas décadas estarán listos los reactores de la “Generación 4ª”, los cuales “sí serán verdaderamente seguros”. Estos reactores de 4ª generación que, hipotéticamente, vienen a resolver esos problemas, no estarán disponibles hasta dentro de 30 ó 40 años, en el mejor de los casos, y aún no se sabe a qué coste. Los reactores que ahora llaman de “Generación 3ª+”, como el reactor EPR francés que, con graves problemas económicos y de seguridad y notorios retrasos, se está construyendo en Finlandia (Olkiluoto-3), costarán entre 5.000 y 6.000 millones de euros cada uno (excluyendo la gestión de los residuos). Así lo ha reconocido Wulf Bernotat, presidente ejecutivo de la gigante eléctrica alemana E.On, en The Times, el pasado mes de mayo.


La posibilidad de sufrir un accidente nuclear grave se ha incrementado en los últimos años. Este hecho se debe al envejecimiento de los reactores, y a una menor cultura de seguridad de los operadores, como consecuencia de la falta de competitividad de la energía nuclear en un mercado eléctrico liberalizado. Los propietarios de centrales nucleares tratan de maximizar beneficios a costa de reducir los márgenes de seguridad. En el parque nuclear español se conjugan todos esos factores, tal y como ha demostrado el escape de partículas calientes de Cobalto-60 (Co-60) y otras sustancias altamente radiactivas en la central nuclear de Ascó-1 (Tarragona), a finales de 2007. De este escape se ha derivado un peligro grave para la salud de las personas. Más del 86% de partículas calientes recogidas (sólo cerca de 1.000, a fecha 11 de junio) producían una radiactividad suficiente como para superar los límites legales aplicables en caso de contaminación interna. A pesar de que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) optó, desde el primer momento, en minimizar la relevancia del accidente, en beneficio de los propietarios de la central, éste se ha visto obligado a imponer a la central una multa de entre 9 y 22 millones de euros, aunque para sus propietarios esta cantidad es ínfima ya que equivale a lo que obtienen por la venta de electricidad en, como máximo, un mes de funcionamiento.


En nuestro país la media de edad de todas las centrales es de casi 25 años (su vida útil técnica) y todas presentan, en mayor o menor medida, problemas de envejecimiento. En especial, la central de Santa Mª de Garoña, la más antigua en

funcionamiento que fue inaugurada por Franco en 1971. Esta central sufre graves problemas de agrietamiento por corrosión en diversos componentes de la vasija del reactor, fundamentales para la seguridad.

Además las centrales nucleares son instalaciones de alto riesgo, al ser, como reconocen abiertamente las agencias de inteligencia de todo el mundo, objetivo potencial de ataques terroristas.

¿Es limpia y sostenible la energía nuclear? Uno de los titulares de un folleto divulgativo del Foro Nuclear dice así: “la energía nuclear es sostenible y limpia”. Sin embargo, la radiactividad es de todo menos limpia aunque no se pueda ver, oír, oler o tocar. Las centrales nucleares generan residuos radiactivos cuya vida se prolonga durante cientos de miles de años debido a su alto nivel de radiactividad y su elevado potencial radiotóxico. Los residuos suponen un importante problema ambiental y de salud pública que nadie sabe cómo resolver, y que la industria atómica ha generado irresponsablemente sin haber dispuesto de una solución previa.

Además, en su funcionamiento rutinario, las centrales nucleares emiten al medio ambiente radiactividad: efluentes gaseosos radiactivos mediante una chimenea, y efluentes líquidos radiactivos al mar, al embalse o al río del que dependen para su refrigeración.

Si un accidente nuclear puede liberar dosis masivas de radiactividad en un instante, las emisiones rutinarias son responsables de generar “dosis bajas”. Pero la radiactividad tiene efectos acumulativos. Según revela un estudio del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III del Ministerio de Sanidad, la tasa de mortalidad por mieloma múltiple en las proximidades de la central nuclear de Zorita es cuatro veces más alta de lo normal.

Para saber si esta energía es sostenible hay que analizar si cumple los parámetros que definen un desarrollo sostenible: ser económicamente eficaz, socialmente equitativo y medioambientalmente aceptable. Sin embargo, la energía nuclear no sólo no es rentable económicamente, sino que ya ha producido un buen número de graves problemas a las personas y al medio ambiente. Es el paradigma de la insostenibilidad.

Cambio climático y dependencia del petróleo

Consciente de su declive, la industria nuclear está buscando desesperadamente una justificación que les permita renovar las ayudas y subsidios estatales que ha estado recibiendo desde sus orígenes. Por eso argumenta que como las centrales nucleares no emiten dióxido de carbono (CO2), el único camino para reducir esas emisiones es sustituir las centrales térmicas de combustibles fósiles por centrales nucleares.

Sin embargo, cualquier análisis serio demuestra que la energía nuclear no puede jugar ningún papel eficaz para solucionar el problema del cambio climático. Esto es tan evidente que, el 23 de julio de 2001, los países reunidos en la Cumbre de Bonn sobre Cambio Climático acordaron excluir la energía nuclear de los mecanismos del Protocolo de Kioto, que regula las políticas y medidas para combatir el cambio climático.

Si bien es cierto que las reacciones de fisión nuclear no producen CO2 (aunque sí generan residuos nucleares muy peligrosos y larga vida radiactiva), también lo es el que la generación de electricidad por medios nucleares sí emite CO2. Considerando el ciclo completo de las tecnologías de generación eléctrica no-fósiles (es decir, la nuclear y las renovables), la energía nuclear emite más CO2 que cualquiera de las energías renovables por cada kWh producido. El ciclo nuclear tiene numerosas etapas: minería del uranio, fabricación del concentrado, enriquecimiento, fabricación del combustible, construcción de las centrales nucleares, operaciones de mantenimiento y posterior desmantelamiento, gestión de los residuos radiactivos, etc. En todas ellas se consumen grandes cantidades de combustibles fósiles.

Afortunadamente, la solución eficaz al cambio climático existe: un modelo energético sostenible cuyo eje fundamental sean las energías renovables y las tecnologías de ahorro y eficiencia. Aplicadas en todos los ámbitos, como generación de electricidad o transporte, pueden lograr reducir de forma efectiva las emisiones de CO2. Las inversiones dirigidas a promover la eficiencia energética son siete veces más efectivas que las dirigidas a la energía nuclear a la hora de evitar emisiones de CO2.

Los casos de Alemania y Suecia permiten comprobar que, si hay voluntad política para fomentar medidas basadas en la eficiencia y las energías renovables, es posible abandonar la energía nuclear al tiempo que se reducen las emisiones de CO2 en cumplimiento de nuestras obligaciones con el Protocolo de Kioto.

Otra de las supuestas ventajas de la energía nuclear es que podría evitar la dependencia del petróleo, pero este combustible se emplea en un 95% en el sector transporte, en el que la energía nuclear, por sus características, no puede jugar ningún papel real. Por lo que las medidas verdaderamente eficaces para evitar nuestra dependencia del oro negro pasan por una adecuada ordenación del territorio, por potenciar el transporte público y los modos no motorizados, la mayor eficiencia de los vehículos, etc.

El uranio. El lobby nuclear ha llegado incluso a atreverse a presentar a la energía de fisión nuclear como una energía “renovable” y al combustible nuclear gastado, altamente radiactivo, como un material “reciclable”. Esas afirmaciones se deben principalmente al hecho de que el uranio, como combustible, se está acabando. Aunque es un mineral relativamente abundante en la naturaleza, lo es generalmente en unas proporciones muy bajas, por lo que son muy escasos los yacimientos rentables.

Las reservas de uranio-235 fisionable, que es el combustible de los reactores nucleares, alcanzarán sólo para unas pocas décadas más, aun considerando niveles de consumo como los actuales.

Y también se va a encarecer: ahora es diez veces más caro que en 2004. Según el Libro Rojo de la Agencia de la Energía Nuclear de la OCDE , las reservas conocidas y de un coste de entre 80 y 130 dólares por kilogramo de uranio son de unos tres y cuatro millones de toneladas, respectivamente, es decir, menos de la mitad del que se considera necesario para satisfacer las demandas de la industria nuclear.

Hay más uranio que ese en la naturaleza, pero su coste de extracción sería aún más caro y, lo que es más importante, su obtención será mucho más intensiva en energía fósil, con la consiguiente generación de CO2. La industria nuclear, a través de sus agencias internacionales, como el Organismo Internacional de la Energía Atómica o la Agencia de Energía Nuclear, tratan de camuflar esa verdad. Así, estas agencias dicen que si tenemos en cuenta los recursos “garantizados” más los “inferidos” más los “extrapolados” más los “especulados” habría combustible de uranio para 270 años. A través de términos de imposible comprensión para los ciudadanos intentan enmascarar la realidad.

Ante esta situación, ciertos sectores del lobby nuclear dicen que no habrá problema porque con los reactores rápidos reproductores, que usan combustible mixto de uranio y plutonio, es posible generar más combustible del que se gastaría en el reactor. En esto consistiría su supuesto carácter renovable. Dado que el plutonio no existe en la naturaleza, la única forma de obtenerlo es a partir del combustible nuclear gastado de los reactores nucleares. Una parte del uranio-238 del combustible que entra en un reactor se convierte en plutonio-239, que es fisible. Esto se consigue a través de un sistema denominado reprocesamiento, que es un proceso complejo, muy costoso y tremendamente contaminante. Este proceso está controlado en exclusiva por las potencias nucleares militares, ya que la verdadera finalidad del plutonio ha sido siempre la de su utilización en la fabricación de armas atómicas, como la que EE.UU. lanzó sobre Hiroshima en 1945. También se puede recuperar parte del uranio sin quemar el que estaba originalmente en el combustible. Al reprocesamiento, ahora el lobby nuclear le denomina, eufemísticamente, reciclaje.

El inconveniente de todo esto es que la tecnología de los reactores rápidos ha sido uno de los mayores fracasos de la historia de la industria nuclear. El fiasco tecnológico y económico del Superphenix en Francia, o el de Monju, en Japón son ejemplo de ello. Ambos sufrieron serios accidentes y fueron clausurados.

La independencia energética. Otro de los argumentos utilizados por el lobby nuclear en foros públicos es que, para disminuir nuestra dependencia energética del extranjero, España tiene que apostar por la energía nuclear, ya que el uranio es un recurso autóctono. Es verdad que España tiene una fuerte dependencia energética del extranjero, del orden del 80,2% debido principalmente a nuestra elevada dependencia del petróleo y gas natural, y la casi nula producción propia de estos combustibles, tal y como se afirma en el informe Sostenibilidad en España 2007 del Observatorio de la Sostenibilidad en España. Pero, con respecto al uranio nuestra dependencia del extranjero es total: España importa el 100% del uranio que se emplea como combustible en sus centrales nucleares.

En España se dejó de producir uranio en el año 2000, cuando a finales de ese año se cerró la única explotación minera que se mantenía abierta, la de Saelices el Chico, en Salamanca. El grado de autoabastecimiento no llegaba al 30%. La falta de rentabilidad de la explotación, debida al elevado coste de la producción de uranio nacional, condujo al abandono de esa minería en España.

También dependemos totalmente de países extranjeros en otras fases básicas del ciclo nuclear, como es el enriquecimiento del uranio (las centrales nucleares españolas funcionan con combustible de uranio enriquecido). La situación es idéntica en otros aspectos tecnológicos: desde los diseños de los reactores hasta las patentes para la fabricación de los elementos combustibles son extranjeras.

La rentabilidad de las nucleares. El lobby nuclear nunca habla claro del coste económico de la energía nuclear, ya que es una energía muy cara que sólo ha sido capaz de sobrevivir en los países donde ha contado con fuertes subsidios estatales, y con apoyo político cuando surgían los problemas financieros. El caso más claro es Francia, donde la industria nuclear es de titularidad estatal.

Aunque sus costes variables son relativamente bajos, las inversiones iniciales (para la construcción de las centrales) son muy altas, al igual que lo es la gestión de sus residuos radiactivos y el desmantelamiento de las instalaciones. Los representantes del lobby nuclear al final tienen que admitir que, para decidirse a emprender la construcción de nuevas centrales, necesitarían la existencia de un marco regulatorio que les garantizase plenamente la recuperación de sus inversiones. Lo que además de ilegal, sería una clara ventaja con respecto a las demás fuentes de energía tras la liberalización del sector eléctrico.

Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachussets concluyó que, en las condiciones actuales, la energía eléctrica de origen nuclear no es competitiva. Para que lo fuera los gastos de construcción deberían disminuir en un 25%; los plazos de construcción de las centrales acortarse a cuatro años (el tiempo medio de construcción de los reactores nucleares terminados entre 1995 y 2000 fue de cerca de 10 años); que se redujeran los costes de operación y mantenimiento en un 8%, sin disminuir al tiempo los niveles de seguridad. El fracaso, ya comprobado, de la central finlandesa de Olkiluoto-3, demuestra que eso es imposible.

La energía nuclear perdió hace muchos años la batalla de la competitividad económica en unos mercados energéticos cada vez más liberalizados. No en vano, vista la experiencia en EE.UU., la prestigiosa revista Forbes calificó a la energía nuclear como “el mayor fiasco en la historia económica norteamericana”. Hace más de 30 años que en ese país, pionero en el desarrollo de la energía nuclear, no hay encargos de nuevos reactores. Asimismo, el Banco Mundial, y otros bancos multilaterales, no financian desde hace tiempo proyectos nucleares, por no ser una opción eficiente en el coste.

En Europa, aparte de Finlandia, sólo Francia está construyendo actualmente un reactor, en estado aún incipiente, pero ya plagado de problemas de seguridad. Por otro lado, Alemania y Suecia tienen programas activos de abandono de la energía nuclear. Otros doce países no apostaron por la nuclear en su mix energético, o la abandonaron hace tiempo (como Italia o Austria).

Además, desde el punto de vista socio-laboral, la nuclear es la fuente de energía que menos empleo genera por unidad de energía producida. En cambio, las renovables generan mucho más. Según datos de Comisiones Obreras, en un informe de febrero de 2008, en España el sector de las energías renovables generó 89.000 empleos directos y 99.681 indirectos, mientras que el sector nuclear no alcanza ni el 10% de esa cifra.

Dependencia de Francia. Una de las estrategias del lobby nuclear es introducir en la opinión pública la idea de que España consume una gran cantidad de electricidad procedente de centrales nucleares francesas, algo que es rotundamente falso. Sólo hace falta ir a los datos oficiales de Red Eléctrica de España (REE). España está conectada eléctricamente con Portugal, con Marruecos y con Europa. A través de las interconexiones existentes entre nuestro sistema eléctrico y el de Francia (y el de Andorra, aunque de forma mucho más marginal) intercambiamos electricidad con diversos países europeos.

Los datos disponibles más recientes, los del Informe sobre el Sistema Eléctrico Español 2007 de REE, nos muestran que ese año el saldo neto de intercambios internacionales de electricidad fue exportador, y ascendió a 5,750 TWh (teravatios-hora). Es decir, en 2007, exportamos más electricidad que la que tuvimos que importar, al igual que sucedió en los tres años previos. Esos 5,750 TWh equivalen a un 2,20% de la demanda total de electricidad en el sistema eléctrico peninsular, que fue de 261,273 TWh.

En 2007, con Marruecos y Portugal el saldo neto de intercambios ha sido claramente exportador. Con Europa, ha sido netamente importador. Hemos importado 7,256 TWh de electricidad de varios países europeos, a través de la interconexión con Francia, y hemos exportado 1,768 TWh. El saldo neto de los intercambios con Europa es de 5,487 TWh importados. Esa cifra supone el 2,1% del total de la demanda eléctrica peninsular.

Aunque no sea del todo cierto, supongamos que ese 2,1% de electricidad proviniese toda de Francia, cuyo porcentaje de electricidad nuclear es de casi el 80%. Eso significaría que en 2007 habríamos importado 4,389 TWh de electricidad nuclear de Francia, lo que representa un 1,6% de la demanda total de electricidad peninsular.

El fin de la energía nuclear Es prescindible. Los casos de Alemania y Suecia permiten comprobar que, si hay voluntad política de apoyar las energías limpias, es posible abandonar la energía nuclear al tiempo que se reducen las emisiones de CO2 en cumplimiento con el Protocolo de Kioto.

La viabilidad técnica y económica de un sistema de generación eléctrica basada al 100% en energías renovables, que nos permitiría luchar de forma eficaz contra el cambio climático al tiempo que se abandona la energía nuclear, es un hecho ya comprobado científicamente.

Un informe del Instituto de Investigaciones Tecnológicas (IIT) de la Universidad Pontificia Comillas, encargado por Greenpeace, ha demostrado que existen numerosas combinaciones de las distintas tecnologías renovables (solar termoeléctrica, eólica terrestre, eólica marina, biomasa, solar fotovoltaica, hidroeléctrica, energía de las olas y geotérmica) que permitirían satisfacer al 100% la demanda eléctrica peninsular, las 24 horas del día, los 365 días del año, a un coste menor que el de un sistema basado en las tecnologías convencionales.

En suma, la energía nuclear es prescindible. El estudio ha tenido en cuenta tanto las limitaciones que surjan en el sistema, como las distintas restricciones en cuanto a disponibilidad de recursos, ambientales, usos del suelo y acoplamiento temporal demandageneración- transporte. Del citado estudio se deduce que por sus características de funcionamiento dentro del sistema eléctrico, las centrales nucleares son el gran obstáculo para el despliegue a gran escala de las energías renovables.

Un nombre, dos apellidos, una firma. Si todos los datos nos llevan a descartar la energía nuclear ¿por qué seguimos conviviendo con centrales nucleares? Lamentablemente son muchos los intereses económicos que se esconden en esta industria y mucho el dinero que pueden destinar a hacer lobby político y publicidad a gran escala. Por ese motivo, Greenpeace pide que los ciudadanos respondan al lobby nuclear con la fuerza de sus firmas y la de sus voces, diciendo alto y claro “yo soy antinuclear”. Se puede hacer desde la página web ww.soyantinuclear.org. Muchas voces unidas son capaces de cambiar el curso de la historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de leer el artículo he firmado el manifiesto de Greepeace, los datos que se manejan proceden de fuentes públicas de total fiabilidad, como el Informe sobre el Sistema Eléctrico Español 2007 de REE o simplemente noticias dadas en prensa, hay que leerlo y después...¡QUE CADA UNO SAQUE SUS CONSECUENCIAS!

Roberto